jueves, 29 de agosto de 2013

POEMAS Y POETAS COLOMBIANOS
Nuestro país cuenta con poetas muy representativos a la hora de escribirle al amor, la soledad, los niños, etc., y a muchos otros temas que les inspiran.
A continuación mostraremos algunos de ellos:

CITA  (ALVARO MUTIS)
Bien sea en la orilla del río que baja de la cordillera
golpeando sus aguas contra troncos y metales dormidos,

en el primer puente que lo cruza y que atraviesa el tren

en un estruendo que se confunde con el de las aguas;

allí, bajo la plancha de cemento,

con sus telarañas y sus grietas

donde moran grandes insectos y duermen los murciélagos;
allí, junto a la fresca espuma que salta contra las piedras;
allí bien pudiera ser.
O tal vez en un cuarto de hotel,
en una ciudad a donde acuden los tratantes de ganado,
los comerciantes en mieles, los tostadores de café.
A la hora de mayor bullicio en las calles,
cuando se encienden las primeras luces
y se abren los burdeles
y de las cantinas sube la algarabía de los tocadiscos,
el chocar de los vasos y el golpe de las bolas de billar;
a esa hora convendría la cita
y tampoco habría esta vez  incómodos testigos,
ni gentes de nuestro trato,
ni nada distinto de lo que antes te dije:
una pieza de hotel, con su aroma a jabón barato
y su cama manchada por la cópula urbana
de los ahítos hacendados.
O quizá en el hangar abandonado en la selva,
a donde arrimaban los hidroaviones para dejar el correo.
Hay allí un cierto sosiego, un gótico recogimiento
bajo la estructura de vigas metálicas
invadidas por el óxido
y teñidas por un polen color naranja.
Afuera, el lento desorden de la selva,
su espeso aliento recorrido
de pronto por la gritería de los monos
y las bandadas de aves grasientas y rijosas.
Adentro, un aire suave poblado de líquenes
listado por el tañido de las láminas.
También allí la soledad necesaria,
el indispensable desamparo, el acre albedrío.
Otros lugares habría y muy diversas circunstancias;
pero al cabo es en nosotros
donde sucede el encuentro
y de nada sirve prepararlo ni esperarlo.
La muerte bienvenida nos exime de toda vana sorpresa.


MADRIGAL (JOSÉ ASUNCIÓN SILVA)

Tu tez rosada y pura, tu formas gráciles
de estatuas de Tanagra, tu olor de lilas,
el carmín de tu boca, de labios tersos;
las miradas ardientes de tus pupilas,
el ritmo de tu paso, tu voz velada,
tus cabellos que suelen, si los despeina
tu mano blanca y fina toda hoyuelada,
cubrirte como fino manto de reina;
tu voz, tus ademanes, tú...no te asombres;
todo eso está ya a gritos pidiendo un hombre.


ALAS DE SEDA (JOSÉ EUSTASIO RIVERA)


Persiguiendo el perfume de risueño retiro,
la fugaz mariposa por el monte revuela,

y en esos aires enciende sutilisima estela

con sus pétalos tenues de cambiante zafiro.

En la ronda versátil de su trémulo giro
esclarece las grutas como azul lentejuela;

y al flotar en la lumbre que en los ámbitos riela,

vibra el sol y en la brisa se difunde un suspiro.

Al rumor de las lianas y al vaivén de las quinas,
resplandece en la fronda de las altas colinas,

polvoreando de plata la florida arboleda;
y la gloriosa en el brillo de sus luces triunfales,
sobre el limpio remanso de sernos cristales

pasa, sin hacer sombra, con sus alas de seda.


EL MILAGRO (MEIRA DEL MAR)

Pienso en ti.
La tarde,
no es una tarde más;

es el recuerdo

de aquella otra, azul,

en que se hizo

el amor en nosotros

como un día
la luz en las tinieblas.
Y fue entonces más clara
la estrella, el perfume

del jazmín más cercano,

menos

punzantes las espinas,
Ahora, 
al evocarla creo

haber sido testigo

de un milagro.



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