POEMAS Y POETAS
COLOMBIANOS
Nuestro país cuenta
con poetas muy representativos a la hora de escribirle al amor, la soledad, los
niños, etc., y a muchos otros temas que les inspiran.
A continuación mostraremos
algunos de ellos:
CITA (ALVARO MUTIS)
Bien sea en la orilla
del río que baja de la cordillera
golpeando sus aguas
contra troncos y metales dormidos,
en el primer puente
que lo cruza y que atraviesa el tren
en un estruendo que
se confunde con el de las aguas;
allí, bajo la
plancha de cemento,
con sus telarañas y sus
grietas
donde moran grandes
insectos y duermen los murciélagos;
allí, junto a la
fresca espuma que salta contra las piedras;
allí bien pudiera
ser.
O tal vez en un
cuarto de hotel,
en una ciudad a
donde acuden los tratantes de ganado,
los comerciantes en
mieles, los tostadores de café.
A la hora de mayor
bullicio en las calles,
cuando se encienden
las primeras luces
y se abren los
burdeles
y de las cantinas
sube la algarabía de los tocadiscos,
el chocar de los
vasos y el golpe de las bolas de billar;
a esa hora
convendría la cita
y tampoco habría
esta vez incómodos testigos,
ni gentes de
nuestro trato,
ni nada distinto de
lo que antes te dije:
una pieza de hotel,
con su aroma a jabón barato
y su cama manchada
por la cópula urbana
de los ahítos
hacendados.
O quizá en el
hangar abandonado en la selva,
a donde arrimaban
los hidroaviones para dejar el correo.
Hay allí un cierto
sosiego, un gótico recogimiento
bajo la estructura
de vigas metálicas
invadidas por el
óxido
y teñidas por un
polen color naranja.
Afuera, el lento
desorden de la selva,
su espeso aliento
recorrido
de pronto por la
gritería de los monos
y las bandadas de
aves grasientas y rijosas.
Adentro, un aire
suave poblado de líquenes
listado por el
tañido de las láminas.
También allí la
soledad necesaria,
el indispensable
desamparo, el acre albedrío.
Otros lugares
habría y muy diversas circunstancias;
pero al cabo es en
nosotros
donde sucede el
encuentro
y de nada sirve
prepararlo ni esperarlo.
La muerte
bienvenida nos exime de toda vana sorpresa.
MADRIGAL (JOSÉ ASUNCIÓN SILVA)
Tu tez rosada y pura, tu formas gráciles
de estatuas de
Tanagra, tu olor de lilas,
el carmín de tu
boca, de labios tersos;
las miradas
ardientes de tus pupilas,
el ritmo de tu
paso, tu voz velada,
tus cabellos que
suelen, si los despeina
tu mano blanca y
fina toda hoyuelada,
cubrirte como fino
manto de reina;
tu voz, tus
ademanes, tú...no te asombres;
todo eso está ya a
gritos pidiendo un hombre.
ALAS DE SEDA (JOSÉ EUSTASIO RIVERA)
![](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_v3RMh8u0MOqYHZlZV7NcwLynt-c_JnNBkFUZxxwPbaN0PLfwHEIrg4skXNGyIqNk_Zea-IJ2r9_mSNMjFdL9wjjWg7HgRnnCwNXDzFBaz78lJFgQ65lmr9KAU7d8VOlzZaN1kuUw=s0-d)
Persiguiendo el perfume de risueño
retiro,
la fugaz mariposa por el monte revuela,
y en esos aires enciende sutilisima estela
con sus pétalos tenues de cambiante zafiro.
En la ronda versátil de su trémulo giro
esclarece las grutas como azul lentejuela;
y al flotar en la lumbre que en los ámbitos riela,
vibra el sol y en la brisa se difunde un suspiro.
Al rumor de las lianas y al vaivén de
las quinas,
resplandece en la fronda de las altas colinas,
polvoreando de plata la florida arboleda;
y la gloriosa en el brillo de sus luces
triunfales,
sobre el limpio remanso de sernos cristales
pasa, sin hacer sombra, con sus alas de seda.
EL MILAGRO
(MEIRA DEL MAR)